Assange y las corporaciones

Assange

Hace mucho tiempo se viene asistiendo a lo que podría denominarse “la trampa de la
democracia”, es decir, la connivencia del voto popular y discursos en favor de los derechos
humanos desde los gobiernos y la exigencia de transparencia por parte de la población, con
la censura más aberrante a periodistas en temas de suma importancia a nivel geopolítico
mundial. Noticias a las que la población no accede o, peor aún, quedan fuera de su interés o
comprensión, o bien son reemplazadas intencionalmente por otras noticias que no son
prioritarias en la agenda de los países.

Por Virginia Papini

Es así como la libertad de expresión y la búsqueda de la verdad que tendrían que
privilegiarse quedan vejados, la población es sumergida en una alienación perpetua, y la
democracia vaciada de contenido. El caso más escandaloso es el aislamiento e intento de
asesinato y posterior encarcelamiento y tortura que Julian Assange, el fundador de
Wikileaks, viene padeciendo desde hace 12 años.

El principio del fin para la libertad del periodista y el derecho a la información de los
ciudadanos, ergo la posibilidad de hacer justicia respecto de crímenes de guerra y los actos
de corrupción más escandalosos del siglo XXI, puede marcarse en 2010. Cuatro años
después de haber fundado WikiLeaks, Assange puso en jaque al gobierno de Barack Obama
mediante la divulgación de 77.000 documentos militares y, meses más tarde, la publicación
de 400.000 informes sobre la guerra en Irak que incluían filtraciones de imágenes de
torturas y asesinatos a civiles por parte de los soldados norteamericanos, incluyendo
periodistas de la agencia Reuters. A partir de allí comenzó su persecución, con acusaciones
falsas de toda índole, queriendo encasillar sus acciones incluso bajo el concepto de
terrorismo y de violar la Ley de Espionaje del país norteamericano, por lo que podría pasar
hasta 175 años en prisión, así como acusaciones de carácter de género en Suecia que nunca
se concretaron en cargos formales ante la Justiciad de ese país. Desde ese entonces fue
perseguido para ser extraditado a los Estados Unidos.

Bajo estas circunstancias Assange se refugió en 2012 en la Embajada de Ecuador en
Londres, hasta que el cambio de Gobierno en Ecuador con el arribo al poder de Lenin
Moreno dio por tierra el asilo concedido. A pesar de que el periodista contaba con el apoyo
del relator especial para la tortura de las Naciones Unidas en su causa, Moreno permitió que en abril de 2019 la policía británica irrumpiera en la sede diplomática ecuatoriana y se llevase detenido a Assange, de forma ilegal.

Es así como Assange se encuentra encerrado en la prisión de máxima seguridad de
Belmarsh, en Londres, mientras se resuelve su apelación contra su entrega a Washington
para ser juzgado por espionaje.

A este respecto, en línea con lo aquí planteado se expresó, entre tantos otros periodistas y
organizaciones, Pierre Ruetschi, director del Club de la Prensa suizo, exclamando que “Al
extraditar a Assange, estamos tomando como rehén a la democracia”.

¿Cómo es posible que esta injusticia tenga lugar siendo los principales verdugos países que
se jactan de ser ejemplos de democracia y libertad?

Los poderosos actores que deciden qué noticias consumimos todos los días mantienen una
relación imbricada con otras corporaciones y gobiernos. Mediante noticias falsas o desvío
de información aquellos actores utilizan su poder para tapar actos de corrupción, incluso
acciones bélicas, y castigan a quien quiere destapar estos hechos para que sean ignorados
por los ciudadanos, los cuales son manipulados y vigilados por estos poderosos actores.

 

Tal como afirma el propio Assange en su libro Cuando Google encontró a
WikiLeaks (2014), donde se hace referencia a la colaboración entre el complejo militar-
industrial de Estados Unidos, Silicon Valley y los responsables de la política exterior en
Washington, “Google y Facebook, y Amazon nos espían y nos vigilan y transmiten esa
información a las agencias de inteligencia de Estados Unidos. La empresa líder en
tecnologías digitales tiene una estrecha relación, casi estructural, con el Departamento de
Estado.” En otro segmento afirma “el sector privado es quien dirige, en gran parte, al
Gobierno. Y algunas mega empresas, como Google o Goldman Sachs, con su enorme
tamaño y sus monopolios, están dirigiendo los servicios centrales del Estado como si fueran
el propio Gobierno… Son mega empresas privadas que tienen una cifra de negocios anual
superior al PIB de Nueva Zelanda o de muchos otros Estados”.

Así, los ciudadanos controlados critican el espionaje y el control ejercidos por el Estado,
pero, sin embargo, son muy pocos los ciudadanos que critican la vigilancia ejercida por las
empresas privadas, mientras se forman una idea de cómo funciona el mundo moldeada por
estos actores todopoderosos, así como la idea de quién es Assange, en el mejor de los casos,
ya que el tema incluso prefiere no mencionarse para que sea ignorado.

Debido a la connivencia de intereses entre las potencias que quieren silenciar al periodismo
de investigación y las grandes corporaciones, es una línea muy fina lo que las diferencia en
cuanto a la toma de decisiones. En tal sentido, respecto de los medios controlados por estas corporaciones, cabe citar a Noam Chomsky cuando afirma: “Los medios de comunicación son a la democracia lo que la propaganda es a la dictadura”.

Si nos basamos en las relaciones entre poder y verdad podríamos decir, siguiendo
a Foucault, que el poder es la verdad que se impone. Lo hace mediante técnicas de
amaestramiento, procedimientos de dominación y sistemas para obtener obediencia,
incluyendo el castigo a quien se resista. Es el discurso que impone el poderoso, por lo que
esa verdad podría no ser tal, sino solo una forma de hegemonía.

En contraposición al discurso que se impone, Julian Assange se animó a revelar la verdad.
Pero el poder, ese poder que seduce y corrompe, no está dispuesto a aceptar la verdad y la
oculta a toda costa. Por eso se decidió castigarlo privándolo de todo derecho y quizás
eventualmente hasta de su propia vida, según los preocupantes informes sobre su estado de
salud.

Para silenciar hay que esconder, si no es en una cárcel, es otorgando un cuadradito muy
chiquito en el periódico o mediante algún algoritmo no permitiendo que lo veas en primer
lugar en las redes, remplazando el tema con otro al que sí se le da las primeras planas en los
medios. “Grande es la verdad pero más grande todavía, desde un punto de vista práctico,
el silencio sobre la verdad”, rezaba el censurado en primera instancia Aldous Huxley en
Un mundo Feliz.

Está en manos de la sociedad civil exigir transparencia y verdadero cumplimiento de los
valores democrático. De lo contrario todo atisbo de conocimiento verdadero de los hechos
será una falacia.