Los documentos internos filtrados de OceanGate revelaron cómo Stockton Rush, CEO de la compañía, ignoró reiteradas advertencias de seguridad y recortó gastos clave en el desarrollo del sumergible Titán, prácticas que habrían contribuido directamente a su trágica implosión. Una investigación publicada un año después del desastre reveló una serie de negligencias y decisiones cuestionables por parte de Rush en su “carrera” por llevar turistas al naufragio del Titan. El accidente, ocurrido el 18 de junio de 2023, cobró la vida de cinco personas –incluido el propio Rush– y generó conmoción mundial, abriendo interrogantes sobre la falta de controles en las exploraciones submarinas comerciales. Ahora, las nuevas filtraciones brindan detalles inquietantes de lo que sucedía puertas adentro en OceanGate antes de la fatal expedición.
Advertencias ignoradas y recortes de gastos en OceanGate
En junio de 2024, un extenso reportaje de WIRED basado en miles de documentos internos filtrados y testimonios de ex empleados sacó a la luz el patrón de desatención a la seguridad dentro de OceanGate. A continuación, se resumen las principales revelaciones de esos documentos:
- Cultura interna de desprecio a la seguridad: Empleados relataron que quienes cuestionaban las decisiones de los directivos eran considerados “demasiado cautelosos” y, en algunos casos, despedidos por Stockton Rush. Por ejemplo, David Lochridge, exdirector de operaciones de OceanGate, fue cesado a inicios de 2018 tras advertir sobre posibles fallas en el casco del Titán; posteriormente enfrentó una demanda de la empresa y tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad tras su despido.
- Advertencias técnicas externas desoídas: Diversos expertos ajenos a la compañía habían alertado del riesgo de implosión a grandes profundidades, pero sus avisos fueron desestimados. En 2018, más de 30 especialistas de la industria firmaron una carta instando a Rush a someter el Titán a certificación y pruebas independientes, recomendación que fue ignorada; el CEO respondió que las regulaciones solo “obstaculizaban la innovación” en el sector. Poco después, Mark Negley, ingeniero de Boeing, envió a OceanGate un análisis señalando con un ícono de calavera y huesos el nivel de 4.000 metros (profundidad del Titanic) para ilustrar el “alto riesgo de falla significativa” del sumergible. Rush desestimó también esta advertencia, alegando con confianza que el Titán y sus sistemas de seguridad “iban mucho más allá de cualquier cosa actualmente en uso”, en abierta contradicción con la preocupación expresada por los expertos.
- Atajos y recortes de gastos en el diseño: Con tal de ahorrar tiempo y dinero, OceanGate tomó atajos en el proceso de desarrollo del Titán, pasando por alto pruebas cruciales e incluso reutilizando piezas antiguas en lugar de fabricar componentes nuevos más seguros. Tras detectarse deformaciones severas e incluso una grieta alarmante en el primer casco de fibra de carbono durante pruebas de presión, en 2020 la empresa decidió saltarse ensayos exhaustivos y construir un segundo casco completo sin las pruebas previas adecuadas, en un intento apresurado por acelerar el proyecto. Además, Stockton Rush ordenó reutilizar los anillos de titanio del casco original para el nuevo casco, en vez de encargar a fábrica anillos nuevos –una medida tomada para evitar costos y demoras–, ignorando las objeciones de ingenieros y consultores sobre los riesgos que esto conllevaba. Tres ex empleados confirmaron que OceanGate recuperó y usó los anillos originales pese a las dudas sobre su integridad, integrándolos al casco actualizado del Titán. Estas decisiones imprudentes reflejan cómo la presión por cumplir objetivos comerciales prevaleció sobre las precauciones técnicas, sentando las bases de la eventual catástrofe.
Los documentos y testimonios filtrados pintan, en conjunto, un panorama de ambición desmedida por la exploración que llevó a subestimar la seguridad. Rush promovió una visión innovadora del turismo submarino, pero minimizó riesgos críticos, desdeñó procedimientos de certificación y desoyó a quienes lo instaban a mayor cautela, lo que “finalmente resultó fatal” según concluye el informe.
Investigaciones oficiales y repercusiones legales
Las revelaciones han tenido un fuerte impacto judicial y regulatorio. Tras la implosión del Titán, la Guardia Costera de Estados Unidos (USCG) conformó una Junta de Investigación Marina para esclarecer las causas del incidente. En septiembre de 2024 iniciaron audiencias oficiales en Charleston (Carolina del Sur), con participación de agencias internacionales dada la naturaleza del caso. Esta comisión tiene el mandato de determinar qué provocó la implosión, evaluar si hubo negligencia o incumplimiento de leyes, e incluso considerar posibles acusaciones penales. Los hallazgos de la Junta podrían remitirse al Departamento de Justicia en caso de evidenciarse alguna violación legal, además de derivar en recomendaciones para reforzar la seguridad marítima en este tipo de expediciones extremas.
Parte de esta pesquisa oficial ha implicado convocar a ex empleados y expertos para testificar. Figuras clave como Tony Nissen (exdirector de ingeniería de OceanGate) y Guillermo Söhnlein (cofundador de la empresa) fueron citadas para rendir declaración, al igual que especialistas independientes. Sin embargo, muchos ejecutivos de OceanGate optaron por no testificar públicamente, acogiéndose a su derecho a no autoincriminarse –lo que generó críticas de observadores y familiares de víctimas, preocupados por la transparencia del proceso. Aun con esas ausencias, la investigación ha recopilado abundante evidencia documental, datos técnicos de inmersiones anteriores y restos recuperados del Titán, que están siendo analizados por peritos en ingeniería y materiales. Se espera que el informe final de la Junta de Investigación Marina arroje luz sobre si las decisiones de diseño y operación de OceanGate violaron estándares de seguridad, y qué cambios se recomendarán para prevenir tragedias similares.
En el plano civil, la empresa enfrenta demandas legales. La familia del renombrado explorador francés Paul-Henri Nargeolet (quien pereció en el Titán) presentó en agosto de 2024 una demanda por negligencia grave contra OceanGate, reclamando una indemnización superior a USD 50 millones. La querella alega que la compañía operó el sumergible sabiendo que presentaba “una historia problemática” de fallas y que no divulgó información clave sobre la verdadera fragilidad del casco. También sostiene que la tripulación del Titán probablemente experimentó “terror y angustia mental” en los instantes previos a la implosión, sugiriendo que los pasajeros advirtieron los signos de falla catastrófica mientras ascendía la presión en profundidad. Un portavoz de OceanGate declinó comentar sobre esta acusación, presentada en un tribunal del estado de Washington. Cabe señalar que OceanGate suspendió sus operaciones tras el accidente de 2023, y su futuro corporativo es incierto. No se descarta que otras familias de víctimas emprendan acciones legales similares, especialmente a la luz de los documentos filtrados que evidencian posibles omisiones de la empresa en materia de seguridad. Los acuerdos de exención de responsabilidad firmados por los pasajeros podrían complicar estos litigios, pero si se comprueba negligencia temeraria, los tribunales podrían fallar en favor de los demandantes. El tiempo dirá cuáles serán las consecuencias legales definitivas para OceanGate y sus responsables, pero por lo pronto el caso ha encendido el debate sobre la regulación de las expediciones privadas en aguas profundas.
Un documental de Netflix revive la tragedia del Titán
Casi dos años después de la tragedia, la historia del Titán llegará a las pantallas: el 11 de junio de 2025 se estrena en Netflix el documental “Titán: La tragedia de OceanGate”, dirigido por el cineasta Mark Monroe. Esta producción audiovisual promete ofrecer una mirada exhaustiva a los eventos que condujeron al desastre, incluyendo los errores de juicio y advertencias pasadas por alto en pos de la ambición. El documental se sumerge en los pormenores de la catástrofe, explorando las decisiones que llevaron al desastre y las señales ignoradas en la travesía final de Titán.
Una de las fortalezas de “Titán: La tragedia de OceanGate” son los testimonios de primera mano que presenta. Incluye entrevistas con ex empleados de OceanGate, como David Lochridge, quien rompe su silencio tras haber sido despedido por elevar preocupaciones de seguridad sobre el sumergible. También participan expertos en exploración submarina como Karl Stanley, piloto de sumergibles que había advertido a Rush sobre posibles fallas estructurales en el casco del Titán mucho antes de la inmersión fatal. Estas voces ofrecen una perspectiva interna y técnica de lo ocurrido, arrojando nueva luz sobre cómo y por qué se ignoraron protocolos de certificación y pruebas adecuadas durante el desarrollo del Titán.
Fuentes: Infobae, WIRED, Los Angeles Times, La Crónica de Hoy.