El 18 de junio de 1972 el el Washington Post publicaba en sus páginas, “cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington».
Esa noticia comenzaría a aflojar los cimientos de la administración de Richard Nixon, ya que el plan de espionaje venía desde la mismísima Casa Blanca. Este episodio era la punta del ovillo de una trama que incluiría como personajes principales a dos periodistas del Post, un misterioso filtrador anónimo y a un presidente que a raíz de esas revelaciones se convertiría en el primer (y único) mandatario estadounidense en renunciar a su cargo.
Los periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, fueron los que se “toparon” con la historia. El primero, estando en el juzgado escuchó que James W. McCord, uno de los detenidos, dijo ante el juez que trabajaba para la CIA. Eso, sin dudas ya era algo que parecía valer la pena como historia periodística, pero resultó que McCord era también el coordinador de seguridad del Comité para la Reelección del Presidente, en la campaña electoral para las elecciones de ese mismo año. Más tarde, los periodistas hallaron una conexión entre el detenido y el entorno de Richard Nixon. Ellos eran quienes se encargaban de hacer el trabajo sucio para la administración.
Garganta Profunda, el filtrador
Los periodistas apelaron a distintas fuentes para corroborar la información que iba apareciendo del caso, que cada vez comprometía más al presidente NIxon. Algunas de esas fuentes formaban parte del Comité Para la Reelección del Presidente.
Pero la fuente más importante, que fue celosamente guardada por Woodward durante 33 años, fue la que en ese entonces los medios nombraban como “Garganta Profunda”, en referencia a la película pornográfica que hacía pocas semanas se había estrenado en los cines.
Ese misterioso filtrador, era nada más y nada menos que Mark Felt, director asociado del FBI. Felt no le revelaba gran información al periodista, pero sí corroboraba todos los datos que requerían comprobación y lo orientaba a hacia donde debía encaminar su investigación. En sus reuniones secretas, Garganta Profunda reveló la agresiva estrategia que estaba adoptando la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos, periodistas y a cualquiera que el Gobierno considerase desleal.
Richard Nixon supo siempre desde el inicio del escándalo, que quien filtraba la información al Washington Post era Felt. Esto surge de las cintas grabadas por el propio Nixon y fue lo que llevó a la renuncia, porque en ellas estaban las pruebas de su intento de entorpecer la investigación judicial de Watergate.
Treinta y tres años después, en julio de 2005, el propio Felt reveló a la revista Venity Fair quién era en una entrevista titulada: “Yo soy el tipo al que llamaban Garganta Profunda”. donde también había fotos de un ya anciano Felt, que por entones tenía 92 años.
Tras la revelación, el periodista del Washington Post, Bob Woodward, confirmó la identidad del filtrador que le ayudó a armar el rompecabezas de lo que significó el turbulento caso Watergate.
La caída de Nixon
A pesar del escándalo, ese mismo año Ricard Nixon logró ser reelecto con el 60% de los votos, aunque no había logrado la mayoría en el Congreso.
En 1973 se llevó a cabo el juicio a los detenidos por el caso de espionaje y W. McCord, el ex agente de la CIA que estuvo entre los condenados, le envió una carta al juez diciéndole que los acusados habían recibido presiones para declararse culpables, que había personalidades muy importantes implicadas y que temía por su vida si revelaba todo lo que sabía sobre el asunto. Esto atrajo a la prensa como moscas, que siguieron investigando al Gobierno y destapando situaciones cada vez más complicadas.
Ante toda esta información que iba surgiendo, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ordenó al presidente Nixon entregar las cintas secretas obtenidas en las escuchas a sus rivales políticos, para utilizarlas en el juicio del caso Watergate contra sus hombres.
Cada vez más comprometido con la causa, Nixon perdió el apoyo de los propios miembros del Partido Republicano, que estaban dispuestos a votar a favor de una solicitud del Congreso para iniciar un proceso para destituirlo. El 8 de agosto, Richard Nixon anunciaba su dimisión.