De WikiLeaks a la Ley de Espionaje: un giro preocupante
Cuando era candidato en 2016, Donald Trump celebraba con entusiasmo cada nuevo material filtrado, hackeado o divulgado que llegaba a WikiLeaks. La plataforma de revelaciones gubernamentales le había servido como un arma clave para atacar a Hillary Clinton, a quien acusaba de descuidar la seguridad de sus comunicaciones y de llevar adelante una estrategia electoral corrupta. “¡El sistema está amañado!”, se quejaba entonces en Twitter, denunciando que los medios tradicionales no daban cobertura a lo que WikiLeaks exponía.
Pero tras llegar a la Casa Blanca, Trump olvidó rápidamente a la organización que tanto lo benefició. Bajo la administración de Joe Biden, el destino del fundador de WikiLeaks, Julian Assange —ciudadano australiano que nunca pisó suelo estadounidense y publicó desde el extranjero material clasificado del Pentágono y del Departamento de Estado—, quedó sellado. En junio de 2024, tras más de cinco años en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, fue condenado en EE.UU. bajo la Ley de Espionaje de 1917. Su caso marcó un inquietante precedente para el futuro del periodismo.
Trump amenaza con usar la Ley de Espionaje contra periodistas
En este contexto, cobran nueva gravedad las amenazas recientes de Trump contra periodistas que informaron sobre un borrador confidencial del Departamento de Inteligencia de Defensa (DIA), el cual relativizaba el impacto de una operación militar en Irán llamada “Martillo de Medianoche”. Mientras Trump afirmaba que los ataques “destruyeron totalmente las instalaciones nucleares iraníes”, medios como CNN y The New York Times revelaron que el daño había sido limitado y reversible. El expresidente, furioso, acusó a los demócratas de filtrar “el vuelo perfecto” sobre los blancos nucleares y exigió procesamientos.
Incluso su abogado personal envió una carta al Times exigiendo una retractación y disculpas por el artículo, al que calificó de falso y difamatorio. A Fox Business Network, Trump fue más lejos: propuso que los periodistas deberían ser obligados a revelar sus fuentes en nombre de la “seguridad nacional”.
Según Rolling Stone, Trump ya consultó si la Ley de Espionaje podría utilizarse para acusar a periodistas que publiquen información clasificada. Fuentes cercanas al exmandatario confirmaron que su entorno analiza casos concretos donde esa estrategia legal pueda aplicarse, incluso si nunca antes se utilizó contra medios. Solo haría falta —sugieren— un mensaje o correo de un periodista pidiendo información sensible para justificar una acusación.
Mientras tanto, una vocera de la Casa Blanca fue ambigua al ser consultada sobre esta posibilidad: “Filtrar información clasificada es un delito, y quien ponga en riesgo la seguridad nacional debe rendir cuentas”.
El debate de fondo es si la Primera Enmienda de la Constitución —que protege la libertad de prensa— puede frenar esta ofensiva. En el caso Assange, esa defensa nunca fue puesta a prueba en un tribunal debido al acuerdo de culpabilidad. Algunos legisladores, tanto republicanos como demócratas, pidieron el retiro del pedido de extradición de EE.UU., invocando la libertad de expresión. Pero sus reclamos fueron ignorados.
Hoy, mientras Trump explora vías para criminalizar el periodismo, queda por ver si sus aliados más leales —como Marjorie Taylor Greene— acompañarán esta cruzada. El movimiento MAGA ha demostrado ser impredecible, especialmente cuando sintoniza con los impulsos autoritarios de su líder.
Con información de independentaustralia.net