La administración Trump ha reactivado el uso del polígrafo –el detector de mentiras– como método de presión interna para frenar filtraciones a la prensa. Agencias federales han comenzado a someter a empleados a exámenes mentales para descubrir quién difunde información al exterior.
Según Reuters, altos mandos en departamentos como Seguridad Nacional, Justicia y Defensa han ordenado pruebas de polígrafo tras publicarse detalles internos, aun cuando no se trate de secretos oficiales. La Casa Blanca sostiene que es parte de la determinación presidencial de “no tolerar filtraciones a los medios” y de hacer rendir cuentas a quienes las realicen. Un análisis de CNN calificó este resurgimiento del polígrafo como “vieja estrategia de intimidación” de la Casa Blanca, usada incluso contra empleados sin historial de seguridad que solo dialogaron sobre temas no clasificados.
Casos recientes
Varios casos recientes ilustran esta táctica. Un informe de Reuters relató que, tras conocerse un plan de la Oficina de Gestión de Personal (OPM) para contratar un chófer interno, se abrió una investigación interna para identificar la filtración.
La oferta de empleo era pública por diseño, pero bastó para que la Casa Blanca reforzara su mensaje de intolerancia ante cualquier fuga. Simultáneamente, se ordenó a empleados del DHS tomar exámenes de polígrafo, con la amenaza de despido en caso de negarse. Incluso rumores y datos rutinarios del gobierno han sido tratados como filtraciones graves: después de que trascendiera en marzo una reunión del DHS con la secretaria Kristi Noem y el jefe interino de FEMA, los directivos mandaron a cuatro asistentes al encuentro a someterse a polígrafos para rastrear la fuente de la información.
Uno de ellos fue puesto en licencia tras un resultado inconcluso y otro renunció por temor a quedar acusado injustamente (se les pidió firmar acuerdos de confidencialidad sobre las pruebas). Según informes, otras agencias como Defensa han anunciado pesquisas internas similares basadas en polígrafos para atrapar supuestos filtradores.
Críticas y antecedentes históricos
La medida ha generado críticas de expertos en seguridad y prensa. El abogado Mark Zaid, especializado en asuntos de inteligencia, afirmó que el polígrafo se ha “armado” contra funcionarios que nunca tuvieron ese requisito en sus carreras. En la práctica, dijo, se usa para perseguir no secretos nacionales, sino “conversaciones no clasificadas sobre políticas o decisiones embarazosas” que lleguen a la prensa. Un reporte de CNN citó además que el incremento de polígrafos internos está alimentando “una cultura de intimidación” en agencias como el FBI. Críticos señalan que esta cacería de filtradores está politizada para cercar a empleados considerados poco leales a la agenda presidencial.
El uso del polígrafo con fines políticos tiene precedentes. En los años 80, la Casa Blanca de Ronald Reagan amenazó con imponer exámenes de polígrafo masivos a funcionarios, pero enfrentó resistencia —incluso el secretario de Estado George Shultz amenazó con renunciar— y finalmente limitó las pruebas solo a sospechosos de espionaje. Con el tiempo se constató que su fiabilidad es cuestionable: tras abusos en el sector privado, el Congreso prohibió casi por completo su uso laboral en 1988, y en la actualidad los resultados rara vez se admiten en tribunales. Incluso dentro del gobierno hay cautela: la secretaria Noem defendió la práctica arguyendo que tiene “facultades amplias” en el DHS para proteger la información sensible, pero sin entrar a detalles de casos concretos.
Implicaciones políticas
Esta campaña ha abierto un debate sobre seguridad versus libertades civiles. Organizaciones de prensa alertan que las nuevas directrices —como facilitar a fiscales el acceso a registros de periodistas vinculados a filtraciones— pueden amedrentar al periodismo. En paralelo, el FBI confirmó a NPR que ya utiliza polígrafo para detectar filtradores en sus filas y el DHS no oculta su uso intensivo en investigaciones internas.
En términos históricos, la actual administración Trump estaría entre las más agresivas en perseguir filtraciones. Al recordar su primer mandato, se nota que Trump remitió más casos de filtraciones a la justicia que cualquier otra presidencia reciente. Analistas advierten que, al centrarse incluso en información trivial, el uso intensivo del polígrafo tiene un claro efecto intimidatorio interno.
En resumen, el regreso del polígrafo en Washington refuerza la presión sobre funcionarios y medios, y plantea interrogantes sobre hasta dónde llegará la administración para controlar el flujo de información.
Con información de Reuters, NPR y CNN, entre otras fuentes periodísticas recientes.