Todo sobre Adrián Lamo: la historia del hacker que entregó a Chelsea Manning y murió en el misterio

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Quién fue Adrián Lamo, el hacker que delató a Chelsea Manning

Adrián Lamo fue un hacker estadounidense conocido por intrusiones informáticas de alto perfil en los años 2000 –como vulnerar sistemas de empresas como The New York Times, Yahoo y Microsoft– y, sobre todo, por haber denunciado a la soldado Chelsea Manning ante las autoridades en 2010. Su decisión de delatar a Manning (entonces Bradley Manning) por la filtración de cientos de miles de documentos confidenciales lo convirtió en figura polémica: para algunos un patriota que previno mayores daños, para otros un traidor que traicionó la confianza de una fuente. Lamo murió en 2018, a los 37 años, sin que hasta hoy se haya esclarecido la causa de su fallecimiento.

Un hacker célebre y «vagabundo»

Apodado el “hacker vagabundo”, Adrián Lamo ganó notoriedad a comienzos de la década de 2000 por sus hackeos audaces y su estilo de vida errante. Solía realizar sus intrusiones desde cibercafés, bibliotecas o conexiones WiFi públicas, viajando de ciudad en ciudad sin domicilio fijo para evitar ser rastreado. En 2002, vulneró la red interna de The New York Times: accedió a datos personales de colaboradores y llegó a añadir su propio nombre en la base de datos de columnistas del periódico. También penetró sistemas de Yahoo!, Microsoft, McDonald’s, Citigroup, Bank of America y WorldCom, entre otros objetivos destacados. Su audacia quedó demostrada cuando, invitado a un programa de NBC en 2002, logró en vivo ingresar a la red interna de la cadena en solo cinco minutos, explorando correos y documentos internos antes de que cortaran la transmisión.

Las actividades de Lamo pronto atrajeron la atención de las autoridades. The New York Times presentó cargos en su contra tras el ataque a su red, y en 2003 el FBI emitió una orden de arresto. Lamo estuvo un tiempo fugitivo, pero finalmente se entregó y se declaró culpable de delitos informáticos relacionados con las intrusiones en el New York Times y otras corporaciones. En 2004, un tribunal lo sentenció a seis meses de arresto domiciliario, dos años de libertad condicional y USD 65.000 de multa en concepto de restitución por los daños causados. A partir de entonces, Lamo afirmó comprender que sus habilidades podrían meterlo en problemas y cayó en una etapa de depresión, llegando a ser hospitalizado en 2010 por una crisis causada –según su padre– por una medicación excesiva. Durante esa internación se le diagnosticó síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que explicaba en parte sus dificultades sociales y enfoque obsesivo en ciertas áreas. El propio Lamo comentó sobre su diagnóstico: “Siempre dije que lo que hice no es necesariamente técnico, se trata de ver las cosas de manera diferente… si mi cerebro está conectado de manera diferente, pues tiene sentido”, citando así cómo su forma distinta de pensar contribuía a sus habilidades de hacker.

Adrián Lamo (izquierda) junto a los famosos hackers Kevin Mitnick (centro) y Kevin Poulsen (derecha) en el año 2001. Lamo ganó renombre en la comunidad hacker a inicios de los 2000 gracias a sus intrusiones en grandes corporaciones.

La filtración de WikiLeaks y la decisión de delatar

El año 2010 marcó un punto de inflexión en la vida de Lamo. En mayo de ese año, entabló conversación en línea con Bradley Manning, un analista de inteligencia del Ejército de EE.UU. desplegado en Irak. Manning –quien luego adoptaría el nombre Chelsea Manning al hacer su transición de género– le confesó a Lamo mediante chats cifrados que había descargado miles de documentos secretos del gobierno estadounidense y planeaba filtrarlos a WikiLeaks. Entre el material se incluía un video clasificado (conocido después como “Collateral Murder”) que mostraba a un helicóptero militar de EE.UU. atacando a civiles en Bagdad en 2007, así como cables diplomáticos y reportes sobre operaciones en las guerras de Irak y Afganistán. En los diálogos, Manning incluso alardeó de la facilidad con que sustrajo la información –grabándola en un CD regrabable etiquetado como música de Lady Gaga– señalando que “nadie sospechaba nada, fue bastante sencillo y nada glamoroso”, según trascendió luego de sus propias transcripciones de chat.

Lamo se encontró ante una difícil disyuntiva moral. Por un lado, tenía la confianza de Manning, quien buscó en él consejo y apoyo mientras revelaba las filtraciones, incluso compartiendo sus conflictos personales e identidad de género. Por otro lado, Lamo percibió que la acción de Manning podía causar un daño enorme a la seguridad nacional. El hacker declaró posteriormente que sentía que “tenía que hacerlo porque había gente en peligro”. Según explicó, Manning le parecía “un hombre perturbado… actuaba por malestar personal y no por convicciones” y “no era consciente de lo que había hecho”, refiriéndose a que el joven analista no dimensionaba las posibles consecuencias de exponer semejante volumen de información secreta. Lamo temía que en los documentos hubiese nombres de agentes encubiertos, informantes o ubicaciones sensibles que quedarían al descubierto, poniendo vidas en riesgo. Convencido de esto, decidió entregar las conversaciones y la identidad de Manning a las autoridades militares estadounidenses, traicionando la confianza del soldado con el objetivo –según Lamo– de prevenir un daño mayor.

La denuncia de Lamo condujo inmediatamente al arresto de Manning en 2010. El caso se convirtió en una causa célebre: Manning fue sometida a corte marcial y en 2013 fue declarada culpable de espionaje, robo y fraude informático, recibiendo una condena de 35 años de prisión. Para entonces Manning ya se había declarado mujer transgénero adoptando el nombre Chelsea, y en 2017 obtuvo el beneficio de conmutación de pena por parte del presidente Barack Obama, saliendo en libertad tras cumplir 7 años encarcelada. Cabe mencionar que Julian Assange –fundador de WikiLeaks, quien publicó los documentos filtrados– fue señalado por Lamo como el principal “culpable” de haber explotado la inestabilidad emocional de Manning para obtener la información: “Manning pagará, pero el culpable de todo esto es Assange”, le dijo Lamo a un periodista, acusando al activista australiano de manipular al joven soldado para su causa.

Lamo testificó en el juicio militar contra Manning en 2013, donde ambos se vieron por primera (y única) vez cara a cara. Varios reportes describen a Lamo en el estrado como un testigo incómodo y esquivo, respondiendo con monosílabos mientras la fiscalía y la defensa lo interrogaban. Para entonces, la figura de Lamo ya era detestada por una parte importante de la comunidad hacker y de activistas pro-transparencia. Su colaboración con el gobierno en el caso WikiLeaks le valió el repudio de antiguos colegas: pasó de ser celebrado por sus destrezas informáticas a ser visto como “soplón” y “cobarde” por muchos en círculos underground. En las redes sociales lo acosaban constantemente, y hubo quienes no dudaron en calificarlo de “traidor” por entregar a Manning. Incluso desde la cuenta de campaña en defensa de Assange se publicó un mensaje insultante tras la muerte de Lamo, tildándolo de “delincuente de poca monta” y “traidor de la decencia humana básica”.

¿Héroe patriota o traidor con remordimientos?

La controversia en torno a Adrián Lamo abrió un intenso debate ético. ¿Fue un héroe patriota por impedir potenciales daños mayores, o un traidor a los principios de confianza y libertad de información? El propio Lamo nunca pareció tener una respuesta clara. En distintas entrevistas admitió que su decisión de delatar a Manning fue “muy difícil” y que le generó conflictos internos. “Aún no sé…”, le escribió escuetamente al periodista de Página/12 en un correo de aquellos años, denotando sus dudas. Por un lado, sentía remordimiento por haber traicionado a alguien que acudió a él buscando ayuda; por otro, “no podía vivir con la idea de no haber hecho nada” para evitar los riesgos que vislumbraba en las filtraciones. Buscó la paz consigo mismo, pero según confesó a sus allegados, esa paz le fue esquiva en los años posteriores al escándalo.

Después del caso Manning, Lamo se alejó de la luz pública. Durante un tiempo desapareció de las redes y evitó entrevistas, agobiado por las amenazas y el ostracismo en la comunidad hacker. Eventualmente reaparecía esporádicamente en foros en línea –era activo respondiendo preguntas en la plataforma Quora, por ejemplo– e incluso publicó un libro en 2017 compilando algunas de sus reflexiones y respuestas titulado “Ask Adrian” (Pregúntale a Adrian). Sin embargo, su legado quedó irremediablemente marcado por el episodio WikiLeaks. Para ciertos sectores (particularmente los defensores del gobierno de EE.UU. y contrarios a las filtraciones de secretos oficiales), Lamo fue un ciudadano que cumplió con su deber al impedir una brecha masiva de seguridad. En contraste, para activistas pro-transparencia y muchos hackers, su nombre se convirtió en sinónimo de “snitch” (soplón) y traidor, alguien que rompió el código de honor no escrito de los hackers de no delatar a otros, especialmente cuando se trata de exponer verdades incómodas del poder. Esta dualidad quedó resumida en la pregunta que tituló varios artículos tras su fallecimiento: “¿Héroe o traidor?”.

Una muerte temprana y misteriosa

El 14 de marzo de 2018, Adrián Lamo fue hallado muerto en su residencia de Wichita, Kansas, con solo 37 años de edad. La noticia la confirmó su padre, Mario Lamo, a través de Facebook con un emotivo mensaje despidiéndose de “una mente brillante y un alma compasiva”. Las autoridades locales reportaron que no había indicios de violencia o delito en la escena: “No hay nada sospechoso sobre su muerte”, declaró un portavoz de la policía de Wichita al diario The Wichita Eagle. Aun así, la causa exacta del deceso resultó ser un enigma. La autopsia realizada por el forense del condado de Sedgwick no pudo determinar de forma concluyente qué provocó la muerte de Lamo, clasificándola oficialmente como “indeterminada”. El informe forense señaló que Lamo padecía una seria afección de insuficiencia renal y tenía un historial de crisis convulsivas, condiciones que podrían haber contribuido al desenlace. Además, se hallaron vestigios de varias sustancias en su organismo (incluyendo un tranquilizante poco común), si bien ninguna en dosis letales aparentes. En resumen, la muerte de Adrián Lamo permaneció rodeada de incertidumbre, lo cual alimentó especulaciones en foros conspirativos dada la cantidad de enemigos que se había ganado –pero no existe evidencia de que haya sido producto de algo más que problemas de salud y posibles complicaciones médicas.

Tras su muerte, las reacciones reflejaron la división que caracterizó su figura. Chelsea Manning, consultada desde la cárcel en 2019 (donde llegó a estar detenida nuevamente por negarse a testificar sobre WikiLeaks), afirmó no guardar rencor personal hacia Lamo a pesar de todo lo ocurrido. En cambio, colectivos de activistas pro-WikiLeaks despidieron a Lamo con durísimas críticas, como la ya citada diatriba publicada desde la cuenta de la campaña Defend Assange llamándolo “soplón del FBI” y “traidor sin decencia”.

Adrián Lamo deja un legado complejo. En vida pasó de ser un ícono de la cultura hacker –un joven genio autodidacta capaz de burlar grandes corporaciones– a convertirse en paria de esa misma comunidad por colaborar con el gobierno. Su participación en la captura de Chelsea Manning lo convirtió en una pieza clave de uno de los mayores escándalos de filtración de la historia, subrayando el dilema entre la seguridad nacional y la transparencia. Hasta el final de sus días, Lamo cargó con la pregunta de si hizo lo correcto; una pregunta que, tal como él, la opinión pública tampoco termina de resolver. En palabras del propio Lamo, pronunciadas años después del caso Manning: “La verdad, solo busco una forma de paz que antes tenía, una reconciliación”. Si logró encontrarla es algo que quedó tan indeterminado como las circunstancias de su muerte.

Fuentes: Adrián Lamo – perfil y entrevistas en Página/12; artículo biográfico en Infobae; cobertura del caso Manning en El País; informe sobre su autopsia en Business Insider; cable de Agencia EFE en Público, entre otros.