Las filtraciones de Susan Fowler, la ingeniera que destapó el sexismo en Uber

Filtraciones

En febrero de 2017, una ingeniera de 25 años llamada Susan Fowler sacudió a Silicon Valley con un relato explosivo. A través de una publicación en su blog personal, Fowler denunció la cultura de acoso sexual y discriminación de género que vivió durante un año de trabajo en Uber. Aquella entrada, titulada “Reflecting on One Very, Very Strange Year at Uber” (“Reflexionando sobre un año muy, muy extraño en Uber”), rápidamente se volvió viral y marcó el comienzo de la crisis que atravesó la empresa de transporte privado.

¿Quién es Susan Fowler?

Susan Fowler (hoy Susan Fowler Rigetti) es una ingeniera de software y escritora estadounidense que alcanzó notoriedad por exponer públicamente el sexismo en Uber. Nacida en 1991, Fowler se licenció en Física por la Universidad de Pensilvania, mostrando desde joven una curiosidad intelectual diversa (fue violinista e incluso trabajó alimentando arañas en un laboratorio, según contaría más tarde en sus memorias). Antes de unirse a Uber, desarrolló su carrera en startups tecnológicas de Silicon Valley, donde ya enfrentó desigualdades de género. En 2015 trabajó en la fintech Plaid como ingeniera de plataforma y descubrió que sus colegas varones ganaban hasta 50.000 dólares más que ella por el mismo puesto. Poco después, en otra empresa (PubNub), sufrió el ambiente hostil creado por un jefe abiertamente misógino. Estas primeras experiencias forjaron en Fowler una sensibilidad hacia la discriminación en la industria tecnológica.

En noviembre de 2015, Susan Fowler ingresó a Uber como Site Reliability Engineer (ingeniera de fiabilidad de sitio). En aquel momento, Uber era una de las startups más valiosas y de más rápido crecimiento del mundo, valorada en cerca de 70.000 millones de dólares. Fowler llegaba entusiasmada por contribuir a esta empresa innovadora, sin imaginar que pronto se encontraría con un entorno laboral profundamente problemático. Tal como ella misma relataría después, su paso por Uber resultó ser “extraño, fascinante y ligeramente aterrador”, un año marcado por el acoso sexual, el sexismo cotidiano y la indiferencia institucional ante las quejas.

Acoso y sexismo durante su año en Uber

Fowler vivió en Uber una cadena de situaciones intolerables desde el primer día. En su primer día oficial de trabajo, su gerente directo le hizo una proposición sexual a través del sistema interno de mensajería de la empresa. Sorprendida e incómoda, Susan tomó capturas de pantalla y reportó inmediatamente el hecho al departamento de Recursos Humanos. Sin embargo, la respuesta de RR.HH. no fue la que ella esperaba: coincidieron en que se trataba de acoso sexual, pero decidieron no sancionar al gerente más allá de una advertencia verbal. Le explicaron que, puesto que era “su primera ofensa” y él era un empleado de alto rendimiento, no querían castigarlo por “un error inocente”. En lugar de proteger a la víctima, la compañía básicamente minimizó la conducta del agresor por considerarlo valioso para el negocio.

A partir de entonces, Fowler se encontró atrapada en una situación complicada. Recursos Humanos le sugirió que podía solicitar un traslado a otro equipo para evitar a aquel gerente, pero también le advirtió que si permanecía bajo su mando probablemente él tomaría represalias en su evaluación de desempeño – y que la empresa “no podría hacer nada al respecto”. Susan inicialmente quiso seguir en su grupo de trabajo, donde se sentía valorada, pero pronto comprobó que la amenaza era real. Al solicitar nuevamente el cambio de equipo tiempo después, se le informó que ya no era elegible para transferirse debido a “problemas de rendimiento” en su evaluación. Esto le resultó inexplicable, ya que hasta entonces había obtenido calificaciones perfectas y ninguna queja sobre su trabajo. Descubrió que su gerente había manipulado retroactivamente su evaluación –pasando de excelente a mediocre– para bloquear su traslado y retenerla en el equipo, probablemente para “lucir bien” al tener mujeres a su cargo. Dicha maniobra no solo frenó su crecimiento profesional dentro de Uber, sino que incluso le costó oportunidades educativas: Fowler participaba en un programa de posgrado patrocinado por Uber en la Universidad de Stanford, beneficio que dependía de mantener buenas evaluaciones, y al ser degradada quedó automáticamente fuera del programa.

Con el paso de los meses, Susan descubrió que su caso no era aislado, sino parte de un patrón sistémico. Al conocer a otras ingenieras de Uber, comenzó a escuchar historias similares de acoso y discriminación. De hecho, varias mujeres habían reportado al mismo gerente que la acosó a ella. También se topó con episodios de sexismo cotidiano que revelaban la cultura sesgada de la empresa que se sumaron a comentarios sexistas y actos de sabotaje profesional entre colegas que generaban un ambiente de hostilidad, miedo y paranoia. Fowler y otras empleadas reportaron cada caso al departamento de RR.HH., pero una y otra vez sus quejas fueron ignoradas o minimizadas.

Después de agotar los canales internos sin obtener soluciones, Susan Fowler tomó la difícil decisión de abandonar Uber. Tras exactamente un año en la empresa, presentó su renuncia en diciembre de 2016. Se marchó decepcionada por la falta de voluntad de Uber para frenar el acoso y el sexismo, pero con la determinación de que su experiencia debía ser escuchada. Fowler había documentado cuidadosamente cada incidencia –desde conversaciones con RR.HH. hasta capturas de pantalla de los mensajes inapropiados– y sentía un imperativo moral de exponer la verdad. Ese impulso la llevaría a dar un paso que pocos en la industria tecnológica se habían atrevido a dar hasta entonces: sacar los trapos sucios al sol públicamente.

La filtración pública de 2017 y su impacto mediático

El 19 de febrero de 2017, apenas dos meses después de su salida, Susan Fowler publicó en su blog personal un extenso texto narrando con detalle “el sexismo tóxico que vivió mientras trabajaba” en Uber. En la entrada, titulada “Reflecting on One Very, Very Strange Year at Uber”, Fowler describió cronológicamente su desgarradora experiencia: desde aquel primer día donde su jefe le pidió sexo, pasando por las represalias en su carrera, hasta la constatación de que Uber era un entorno hostil para las mujeres y que Recursos Humanos encubría comportamientos intolerables. El tono era mesurado y factual, pero el contenido resultaba escandaloso. La propia Fowler señaló que contaba esta historia “mientras aún estaba fresca en su mente” para mostrar la realidad tal cual la vivió.

La repercusión de la publicación fue inmediata y masiva. En cuestión de horas, el blog post de Susan Fowler se volvió viral, siendo ampliamente compartido en redes sociales (solo en Twitter fue difundido más de 22.000 veces) y replicado por medios de comunicación en todo el mundo. Fowler pasó de ser una ex-empleada relativamente desconocida a la voz de denuncia que sacudía a Uber y, por extensión, al entorno machista de Silicon Valley. Al día siguiente de la publicación, el CEO de Uber, Travis Kalanick, reaccionó públicamente. “Acabo de leer el blog de Susan Fowler. Lo que ella describe es aborrecible y en contra de todo lo que Uber defiende y cree”, tuiteó Kalanick, a la vez que anunciaba que la compañía abriría una investigación interna de inmediato. En efecto, el 20 de febrero Uber contrató al exfiscal general de EE.UU. Eric Holder y a la abogada Tammy Albarrán para encabezar una revisión independiente sobre las prácticas y cultura de la empresa.

El testimonio de Fowler no solo puso bajo escrutinio a Uber, sino que también encendió una conversación más amplia sobre el acoso sexual en la industria tecnológica. Algunos comentaristas lo consideran un catalizador temprano del movimiento #MeToo en el mundo tech, meses antes de que estallaran casos como el de Harvey Weinstein en Hollywood. Inspiradas por Fowler, muchas otras mujeres de Silicon Valley comenzaron a compartir sus propias historias de sexismo y abuso, exponiendo que el problema era sistémico. Por ejemplo, en los meses siguientes salieron a la luz escándalos que involucraron a inversores y ejecutivos de capital de riesgo –como la renuncia del inversionista Dave McClure tras admitir “Soy un depredador. Lo siento”, entre otros casos– que probablemente no habrían recibido tanta atención de no ser por el debate que Fowler ayudó a iniciar.

La magnitud mediática del caso alcanzó su cúspide a finales de 2017. Susan Fowler fue reconocida como una de las “Silence Breakers” (Rompe el Silencio) – las personas, mayoritariamente mujeres, que rompieron el silencio sobre el acoso sexual – elegidas como Persona del Año 2017 por la revista Time. Era un reconocimiento simbólico de que su valentía al hablar había trascendido su caso particular, pasando a representar a miles de mujeres que exigían un cambio cultural. Susan Fowler, la hasta hace poco ingeniera anónima, ahora figuraba entre las personalidades del año por “obligarnos a todos a dejar de aceptar lo inaceptable”.

Consecuencias para Uber: investigación, renuncias y acciones legales

La explosiva denuncia pública de Fowler desató una serie de consecuencias internas en Uber sin precedentes. Como primer paso, la empresa permitió que Eric Holder y su equipo llevaran a cabo una investigación exhaustiva sobre las políticas de Recursos Humanos y la cultura corporativa. Durante los meses de indagación, Uber recibió más de 200 quejas de empleados sobre acoso, discriminación y otros comportamientos inapropiados acumulados a lo largo de los años. Los hallazgos forzaron a la empresa a tomar medidas contundentes: en junio de 2017, Uber despidió a más de 20 trabajadores y sancionó a varios más por infracciones relacionadas con acoso e intimidación en el lugar de trabajo. Entre los despedidos se encontraban directivos implicados en encubrir incidentes de conducta sexual indebida. La casa comenzaba a limpiarse, al menos superficialmente.

Paralelamente, varios altos ejecutivos de Uber fueron saliendo de la compañía a raíz del escándalo. Ya en febrero de 2017, apenas días después de la publicación del blog, Uber le pidió la renuncia a Amit Singhal, jefe de ingeniería de software, cuando se supo que había ocultado acusaciones previas de acoso sexual durante su etapa en Google. En los meses siguientes cayeron otras figuras clave: Emil Michael, vicepresidente senior y mano derecha de Kalanick, dimitió envuelto en controversias; Eric Alexander, presidente de Uber Asia-Pacífico, fue despedido tras revelarse que obtuvo ilegalmente el historial médico de una víctima de violación (caso que la empresa habría manejado cuestionablemente). La cúpula de Uber se tambaleaba.

El Informe Holder, entregado a Uber a mediados de junio de 2017, confirmó lo que muchos temían: la cultura interna de la empresa estaba profundamente rota. El reporte recomendó más de 40 acciones correctivas, entre ellas reformar los procesos de RR.HH., implementar entrenamientos contra el acoso y redefinir el rol de Travis Kalanick dentro de la organización. En otras palabras, sugería recortar la autoridad del CEO-fundador, quien según la investigación habría tolerado e ignorado comportamientos inapropiados a lo largo del tiempo. La presión sobre Kalanick se hizo insostenible. El 13 de junio, Uber anunció que aceptaría todas las recomendaciones del informe Holder. Al día siguiente, Travis Kalanick tomó una licencia indefinida alegando motivos personales, y finalmente, el 21 de junio de 2017, renunció al cargo de CEO por exigencia de los principales inversionistas de Uber. Era la caída del fundador, propiciada en gran medida por la crisis detonada por Fowler. “Uber 2.0” –como algunos llamaron a la nueva etapa– comenzó bajo el mando del sucesor Dara Khosrowshahi, con la promesa de cambiar la cultura corporativa de raíz.

Las repercusiones no terminaron allí. Las autoridades gubernamentales de Estados Unidos también pusieron la mira en Uber tras las revelaciones de Fowler. En 2017 la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC, por sus siglas en inglés) –la agencia federal que vela contra la discriminación laboral– inició una investigación oficial sobre la compañía. Dos años más tarde, Uber tuvo que llegar a un acuerdo con el gobierno para cerrar el caso: en diciembre de 2019 aceptó pagar 4,4 millones de dólares a modo de multa y compensación a personas afectadas por acoso sexual en su plantilla. La EEOC concluyó que Uber “permitió una cultura de acoso sexual y represalias” contra quienes se quejaron entre 2014 y 2017. Como parte del acuerdo, la empresa se comprometió a implementar controles externos durante tres años, mejorar sus políticas internas y detectar a reincidentes, así como a supervisar a directivos que no respondan adecuadamente ante denuncias. Además, Uber enfrentó demandas colectivas de empleadas por discriminación de género, resolviendo algunas con millonarios acuerdos extrajudiciales. Si bien la compañía nunca admitió culpabilidad legal, la sanción social y reputacional fue evidente. El escándalo costó puestos ejecutivos, dinero y obligó a Uber a prometer una transformación cultural para recuperar la confianza.

Repercusiones para Susan Fowler: riesgos y recompensas de alzar la voz

Para Susan Fowler, hablar públicamente no estuvo exento de riesgos personales. Tras la publicación de su blog, vivió experiencias inquietantes que superaron sus peores temores. Personas desconocidas –presuntamente contratadas por terceros interesados en desacreditarla– comenzaron a indagar en su vida con métodos propios de detectives privados. Fowler relata que individuos misteriosos hurgaron en su pasado, contactando a antiguos amigos, ex compañeros de clase y hasta vecinos de su adolescencia, en busca de algún “trapo sucio” con qué atacarla. También su familia y personas cercanas recibieron llamadas extrañas haciendo preguntas invasivas sobre ella. Pronto circularon rumores maliciosos –por ejemplo, la teoría conspirativa de que su testimonio había sido financiado por Lyft, la competencia de Uber– y en más de una ocasión Susan notó que hombres desconocidos la seguían cuando caminaba por la calle o conducía su coche. “Era aterrador, muy, muy aterrador”, confesó Fowler sobre esos días, “porque no sabía qué estaban buscando o qué querían hacer con esa información”. El objetivo parecía claro: intimidarla y disuadir a otros potenciales denunciantes. Si bien Fowler nunca supo con certeza quién estuvo detrás de esas tácticas de intimidación, el mensaje era evidente. Levantar la voz contra uno de los gigantes de Silicon Valley conllevaba un precio personal alto.

Afortunadamente, también hubo recompensas y apoyos importantes para Fowler tras su valentía. En el plano profesional, su reputación dio un giro positivo: pasó de ser una empleada subvalorada a ser vista como una agente de cambio en la industria. Tras dejar Uber, Fowler continuó su carrera en la startup Stripe (ya estaba trabajando allí cuando publicó el blog) y apenas un año y medio después, en 2018, fue contratada por The New York Times como editora de opinión en temas tecnológicos. Este cambio marcó también su salida de la “burbuja tech”: Fowler ha comentado que se siente más feliz escribiendo y contribuyendo desde fuera de la industria tecnológica tradicional. En los años siguientes, se dedicó al periodismo y la escritura, formó una familia –tuvo una hija– y orientó su plataforma pública a abogar por entornos de trabajo más seguros y equitativos.

En una carta abierta, Fowler escribió: “No quiero que me vean como ‘la mujer que fue acosada en Uber’, sino como ‘la mujer que se levantó y habló sobre el acoso en Uber. Aprendí que tenía que salir del sistema; decir la verdad desde fuera sí tiene un impacto”.

El libro Whistleblower y la trascendencia de su historia

Susan Fowler plasmó su vivencia en un libro de memorias. Publicado en 2020, “Whistleblower: My Journey to Silicon Valley and Fight for Justice at Uber” (en español sería “Denunciante: Mi viaje a Silicon Valley y la lucha por la justicia en Uber”), expande la historia más allá de la filtración original en su blog. En cierto modo, el libro es una profundización de aquel relato: documenta con detalle todavía más crudo las experiencias de acoso, sexismo e incluso episodios de racismo casual que Fowler enfrentó en Uber. La crítica describió Whistleblower como “un relato íntimo en primera persona que a la vez funciona como una advertencia”.

Ella misma atribuye gran parte de su éxito al exponer a Uber al hecho de haber recopilado correos, capturas de pantalla y registros que sustentaron cada acusación – “la forma más poderosa de decir la verdad es con documentación; así nadie puede decir que es ‘su palabra contra la mía’”, escribe en el libro. Fowler también detalla cómo buscó apoyo y consejo antes de hacer pública su historia, consciente de los riesgos.

Cinco años después de aquella famosa entrada de blog, la influencia de Susan Fowler perdura. Uber –y muchas empresas tecnológicas– dicen haber tomado pasos para mejorar sus culturas internas, aunque los escándalos de sexismo en la industria no han desaparecido por completo. Por su parte, Fowler ha seguido adelante: de ingeniera pasó a editora y autora, ampliando su plataforma para abogar por la justicia y la inclusión. Los riesgos de hablar fueron grandes, pero las recompensas en términos de cambio social lo fueron aún más.

Fuentes: Susan Fowler – “Reflecting on One Very, Very Strange Year at Uber” (blog personal, 2017); Whistleblower (libro, 2020); BBC News; Univision; Time; The Guardian; Business Insider España; DPL News; El Heraldo, entre otros.