Archivos filtrados generan nuevos temores sobre los barcos petroleros de Shell, años después del devastador derrame

Filtraciones

Nuevos documentos internos filtrados, obtenidos por The Associated Press, expusieron preocupaciones continuas sobre la seguridad de la flota de barcos de producción de petróleo de Shell, con un enfoque particular en problemas que persisten años después del desastroso derrame de Bonga en 2011 frente a las costas de Nigeria.

Este incidente, uno de los peores derrames de petróleo en Nigeria en una década, liberó cerca de 40,000 barriles de crudo en el océano Atlántico debido a una falla en el sistema de transferencia de petróleo, creando una mancha de aceite que abarcó 685 millas cuadradas, el doble del tamaño de la ciudad de Nueva York.

Una revisión confidencial de 2022 de la flota de Shell, incluido el buque Bonga, señaló sistemas “consistentemente deficientes” esenciales para la seguridad, como los de transferencia de petróleo, combate de incendios y equipos salvavidas. Estas conclusiones fueron respaldadas por encuestas internas de seguridad de la compañía y entrevistas con denunciantes, que señalaron problemas como corrosión severa en tuberías, instalaciones deterioradas y riesgos de exposición a químicos y explosiones hasta hace tres años.

El derrame de Bonga de 2011 tuvo impactos ambientales y económicos profundos, devastando a las comunidades pesqueras locales y llevando a los reguladores nigerianos a imponer una multa de 3,600 millones de dólares a Shell Nigeria Exploration and Production Company (SNEPCo), la cual sigue en apelación. Los documentos filtrados sugieren que, a pesar de las afirmaciones de Shell sobre mejoras en su historial de seguridad, persisten problemas de alto riesgo. Por ejemplo, el informe de 2022 calificó los sistemas de transferencia de petróleo de Bonga, directamente vinculados al desastre de 2011, como de “alto riesgo”, lo que plantea dudas sobre si se implementaron mejoras adecuadas. Tony Cox, un experimentado investigador de accidentes en la industria petrolera offshore, expresó preocupación porque los problemas de transferencia seguían siendo un peligro reconocido 11 años después del derrame, sugiriendo que posibles descuidos o recortes de costos podrían haber obstaculizado las mejoras necesarias.

Estas revelaciones alimentan los temores de que la flota envejecida de Shell pueda representar riesgos continuos para los trabajadores y el medio ambiente.

Shell respondió a los documentos filtrados destacando avances, con un vocero afirmando que los accidentes graves en Bonga se redujeron a cero desde 2018, los incidentes menos severos disminuyeron en un 70% y los derrames cayeron un 90% desde 2020. Sin embargo, los críticos argumentan que estas cifras podrían ocultar problemas más profundos, ya que el enfoque de la compañía en mejoras estadísticas podría desviar la atención de las deficiencias estructurales resaltadas en las filtraciones.

El contexto más amplio de las operaciones de Shell en Nigeria complica la situación: el Delta del Níger ha sufrido décadas de derrames, algunos atribuidos al robo de petróleo y sabotaje, lo que ha generado batallas legales, como las demandas de las comunidades Ogale y Bille por contaminación crónica. Shell sostiene que aborda los derrames independientemente de su causa, pero filtradores y líderes locales argumentan que la compañía no ha reparado completamente el daño ambiental ni ha garantizado protocolos de seguridad sólidos, lo que pone en duda su compromiso con la responsabilidad.

Los documentos filtrados destacan una tensión más amplia en la industria petrolera: equilibrar la rentabilidad con la seguridad y la responsabilidad ambiental en regiones de alto riesgo como el Delta del Níger. Aunque Shell ha centrado sus operaciones en alta mar y ha desinvertido en algunos activos terrestres en Nigeria, las preocupaciones de seguridad reveladas sugieren que la supervisión, el mantenimiento y la transparencia siguen siendo desafíos críticos.

Estos hallazgos resuenan con los llamados globales a regulaciones más estrictas, como las reformas posteriores al desastre de Deepwater Horizon en Estados Unidos, que priorizan la prevención sobre la reacción. Para las comunidades aún afectadas por derrames pasados y los trabajadores que operan en estos buques, las filtraciones son un recordatorio contundente de que las fallas tecnológicas y operativas pueden tener consecuencias de gran alcance, urgiendo una reevaluación de cómo las grandes petroleras gestionan infraestructuras envejecidas en ecosistemas vulnerables.

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