Filtrar desde adentro: un ex empleado de Palantir rompe el silencio sobre el rol de la empresa en guerras, vigilancia y deportaciones

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En contraste con los nombres rimbombantes de Silicon Valley que rodean a Trump, como Musk, Bezos y Zuckerberg, figuras como Peter Thiel y Alex Karp (fundadores de Palantir) prefieren operar en las sombras. Sin embargo, su influencia no es menor: en la segunda presidencia de Trump, Karp donó un millón de dólares a la ceremonia de asunción. Mientras tanto, Palantir sumó más de 113 millones en contratos federales, consolidando su rol como socio central del gobierno estadounidense.

Aunque se presenta como una firma de análisis e integración de datos, Palantir está detrás de herramientas de vigilancia que alimentan guerras, control migratorio y deportaciones. Provee tecnología militar a Israel, participa del sistema de salud británico y sus plataformas son utilizadas por agencias como ICE para separar familias inmigrantes.

Juan Sebastián Pinto, ex estratega de contenidos en Palantir, trabajaba diagramando sistemas conocidos como Kill Chain (cadena de muerte), utilizados en operaciones bélicas en todo el mundo. Hoy, alarmado por el uso de estas tecnologías en contextos civiles —como las protestas migratorias en Los Ángeles— se ha sumado al movimiento anti-guerra en Denver.

La entrevista original con Pinto fue publicada por el medio independiente Citizens Reunited. En ella, el ex trabajador de Palantir, revela cómo la empresa opera en las sombras del poder global, alimentando guerras, control migratorio y vigilancia masiva. A continuación, una selección editada de su conversación con Citizens Reunited.

Manasa: En el contexto de Palantir y sus tecnologías, ¿cuáles dirías que son las tres cosas más preocupantes que deberíamos saber?

Juan Sebastián Pinto: Lo más peligroso es cómo se habla de la inteligencia artificial como si fuera un bloque único, un destino inevitable. Se teme que nos quite el trabajo o que ayude a desarrollar armas químicas o biológicas. Pero lo que más me preocupa es lo que Palantir viene liderando: tecnologías ISTAR —inteligencia, vigilancia, adquisición de objetivos y reconocimiento—, también conocidas como Kill Chain asistida por IA.

Se trata de redes extremadamente avanzadas que recolectan, integran y triangulan datos para identificar blancos, usando enormes volúmenes de información comercial y gubernamental. Estas tecnologías están presentes en guerras como las de Gaza o Ucrania, pero también en operativos policiales dentro de EE.UU., por ejemplo para rastrear inmigrantes y deportarlos.

Hace poco vi drones sobrevolando Los Ángeles para seguir a manifestantes. Yo mismo dibujaba esos esquemas de cómo se recolectan datos desde drones, sistemas terrestres y satélites para decidir a quién ejecutar. Ahora veo esos sistemas aplicados en una ciudad de EE.UU., como si fuera un campo de batalla digital.

También creo que el software de Palantir ya fue usado para rastrear personas por sus actividades protegidas por la Primera Enmienda, como publicaciones en redes. Algunos estudiantes recibieron notificaciones de deportación por lo que escribieron.

Entonces, resumiendo:

  1. La proliferación de tecnologías de rastreo como principal uso de la IA.
  2. Que esto se ve tanto en zonas de guerra como en nuestra vida diaria y no se discute lo suficiente.
  3. La normalización de esta visión militarizada por parte del sector comercial y estatal.

Empresas como Palantir venden esta idea de que el éxito depende del control total de datos, y eso termina erosionando derechos básicos.

Manasa: ¿Qué pasó entre tu trabajo en Palantir y tu decisión de involucrarte en el movimiento anti-guerra?

Juan: Fue un proceso personal. Empecé a ver documentales de Adam Curtis sobre Silicon Valley, sus orígenes ideológicos. Ese fue mi primer quiebre. Luego empecé a leer a Andrew Cockburn, Jathan Sadowski, Edward Ongweso Jr. y me volví mucho más crítico.

Después del 7 de octubre y los ataques en Gaza, vi cómo se usaban tecnologías que yo había ayudado a explicar. Ver escuelas, hospitales, instalaciones de la ONU arrasadas… fue demasiado. Y cuando Trump ganó otra vez, y Palantir donaba a su campaña, todo se aceleró: firmaron un contrato para integrar bases de datos del Estado, justo lo que la empresa venía buscando desde hacía años.

Yo sabía que debía hablar. Estuve adentro. Y no sé cuánto más se podrá hablar libremente sobre esto. Palantir evita responder a periodistas, no aclara si su software puede violar la Constitución, y en lugar de transparencia ofrece marketing y tácticas de relaciones públicas. No se comportan como líderes tecnológicos responsables.

Manasa: Palantir ya tenía antecedentes. ¿Por qué hablar ahora?

Juan: Hay muchas cosas que ignoré cuando entré. El caso de HB Gary y cómo trataron de desacreditar a Glenn Greenwald, por ejemplo. Yo era periodista freelance y ni siquiera lo investigué.

En Palantir hay una cultura elitista, donde se piensa que si sos inteligente, entendés mejor el mundo. Eso crea una burbuja donde cualquier cuestionamiento ético tiene una respuesta enlatada. Tienen incluso un equipo interno que supuestamente se dedica a libertades civiles, pero más que nada funciona como maquillaje.

Antes decían que no colaboraban con la separación de familias. Ahora sí. Palantir completa todo el ciclo: rastreo, movilización y deportación. Y eso me parece gravísimo.

Lo que más me alarma es que estas tecnologías se están volviendo comunes tanto en el sector público como en el privado. Y podrían ser usadas contra cualquiera de nosotros.

Manasa: Karp, el CEO, habla abiertamente de que su tecnología se usa para matar. Y al mismo tiempo dice que están ayudando al país. ¿Cómo ves esa dualidad?

Juan: Es parte de su estrategia: generar confusión. Eso permite que quienes ingresan a la empresa puedan buscar excusas para justificar su trabajo. Muchos dirán: “estamos resolviendo problemas difíciles, por eso se habla así”.

Muchos empleados, si vivieran en la época del Proyecto Manhattan, querrían participar. No importa qué tan destructiva sea la tecnología, sino estar “dentro de la sala de decisiones”.

El problema es que esas decisiones —qué datos usar, qué métricas priorizar, qué sesgos corregir o no— se toman en una empresa privada, y eso después afecta políticas públicas.

Y dicen que son transparentes, pero todo lo que publican es difícil de entender. Dicen que no venden datos, pero trabajan con data brokers. Lo central no es si almacenan los datos, sino cómo los explotan.

Manasa: ¿Qué te preocupa del avance de Palantir en contratos gubernamentales, como DOGE?

Juan: DOGE está creando una oportunidad enorme para que empresas tech reemplacen al personal estatal despedido. Y Palantir lo está aprovechando con FedStart, una plataforma que permite a startups obtener contratos rápido sin pasar por todos los requisitos de antes. Ayudé a diseñarla sin saber en lo que se iba a convertir.

Muchas de esas startups le dan acciones a Palantir. Entonces, ¿a quién sirve realmente la empresa? ¿Al gobierno? ¿A los ciudadanos? ¿A las startups donde tiene participación?

Veo un conflicto de intereses antimonopólico gravísimo. Palantir está en todos lados.

Manasa: En el Reino Unido, ahora Palantir gestiona datos del sistema de salud (NHS). ¿Qué pensás?

Juan: Es una locura. Hay hospitales que están empezando a alzar la voz. Algunos proponen desarrollar sistemas propios, adaptados a las necesidades reales del personal de salud. Me parece valioso el activismo británico, porque visibiliza estos peligros.

Palantir siempre opera igual: se mete en escenarios de emergencia, ofrece su software gratis o a bajo costo, y cierra acuerdos en reuniones cerradas, con pocos involucrados. Así lograron el contrato con el NHS durante la pandemia por solo £1.

Manasa: ¿Por qué deberían importarle estas cosas a las personas comunes?

Juan: Soy inmigrante y periodista independiente. Siempre intenté explicar temas difíciles de entender. Hoy, lo más importante que puedo explicar es cómo la tecnología afecta nuestros derechos civiles.

Estos sistemas fueron diseñados en los últimos 10 años, y todavía estamos a tiempo de cambiar su rumbo. Estados Unidos tiene una deuda pendiente, pero también una oportunidad histórica: liderar la defensa de los derechos civiles en la era digital.

La lucha por los derechos del futuro empieza ahora. Y pasa por entender cuánta información tienen sobre nosotros y cómo la están usando.